La llamada “literatura rosa” ha sido en mi vida como ese lejano rumor del que se hablaba pero al que no prestamos mucha atención. Ha sido como ese territorio inexplorado al que no es necesario ir. Pero yo, explorador caprichoso que soy, me dije a mí mismo que debía darme un paseo por allí.
Debo confesar que ese paseo llegó con otras motivaciones. Fueron mis propios alumnos quienes, en su afán por aprender la lengua española, me propusieron como lectura colectiva la novela Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel. Yo dije que sí.
Sin entrar en la discusión de si se considera una novela rosa o no, de sí es fiel exponente de estas o mejor catalogarla dentro del realismo mágico latinoamericano, quisiera contarles sencillamente mis impresiones.
La primera palabra que me viene a la mente es la sorpresa. Pese a ser una lectura fácil y rápida, de una temática sencilla y muchas veces predecible, esta novela se hace rebelde en la forma en que maneja las descripciones y vincula a sus protagonistas con un complicado contexto histórico del México revolucionario.
Tras cada uno de los personajes y los conflictos que se nos narran hay un algo común a la historia de la humanidad toda. Tal vez sea eso lo que nos ayuda a entender y reflexionar con la cultura de un México que se nos muestra lejano y desconocido, pero con el que acabamos sintiéndonos parte de él inevitablemente.
Si me preguntaran por qué está considerada por muchos como una de las 100 mejores novelas de la literatura española del siglo XX diría que es por esa capacidad que tiene de contar de forma clara los problemas más típicos de las relaciones humanas, sin que por eso peque de banal o aburrida.
Cada trama y personaje nos habla de la dicotomía entre la magia y la triste realidad de un mundo en que vivimos y en el que nos comportamos como presos, esclavos sin remedio algunos. En este libro se nos cuenta de lo fácil que renunciamos a nuestros sueños con tal de conformarnos con lo poco que nos dan. ¿Por qué? Pues resulta que es más fácil y común de lo que pensamos. Estas páginas nos dan una cachetada tras otra y se burla de nuestro falso orgullo de hombres libres. Al principio pensamos que una historia como esa no nos podría ocurrir a nosotros, pero cuando vemos los detalles nos descubrimos frágiles y vulnerables, perfectamente preparados para cometer los mismos errores que Tita, Pedro o mamá Elena.
En cuanto a los elementos “mágicos” y todo el realismo mágico con el que se conduce la historia, puedo decir que no he visto nada más real que esta narración de Laura Esquivel. Inundar una cocina con el llanto de una cebolla, provocar incendios por nuestras pasiones desenfrenadas o morir desinflados por nuestras propias miserias nos es más que una descripción inocente de realidades más crueles e inverosímiles.
Si me preguntan, diría sin dudar que este es un libro que recomiendo. No importa que esté fuera de tu “rutina literaria” o de los espíritus narradores que más te atraen. Dale siempre una oportunidad a ese libro que el amigo te comenta. Tal vez haya más magia y realismo del que esperas.
Andrey Viarens