Ha pasado apenas un mes desde que publicara por primera vez de forma independiente y he querido escribir este breve artículo como constancia para mi diario de escritor. Tal vez, dentro de un año, vuelva a escribir un texto similar para ver con mayor objetividad el contraste entre un momento y otro.
Pues bien, les cuento que para dar este paso tuve en cuenta mi situación como joven escritor que quiere ser publicado de manera tradicional y las aspiraciones que tengo de llevar a lo más alto mis ambiciones de escritor. Mi “situación”, como la de la inmensa mayoría, estaba basada en la frustración y el desencanto con las “editorial tradicionales” en su negativa por publicar mis libros. La mayoría ni acepta el envío de manuscritos; de las que aceptan, el 95% ni te responde y de las que te responden, casi todas dicen NO.
Ya he hablado en otros artículos sobre la realidad detrás de estas negativas. Creo que ya todos las conocemos muy bien. Sin embargo, lo que antes me hacía dudar con más fuerza eran los problemas propios que implican la autopublicación. El mayor de todos es una serpiente que se muerde la cola: necesitas publicar para darte a conocer, pero como nadie te conoce, al hacerlo de forma independiente nadie te comprará, así hayas escrito una obra de arte.
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En principio, lo mejor que tiene una editorial tradicional es darte el empujoncito necesario para que al menos llegues a las librerías y con su sello bajo tu nombre, pues la gente se sentirá más confiada al decantarse por ti en la compra. Si nadie te conoce y terminas por publicar por tu cuenta, serás escritor, editor y publicista a la vez.
Mientras me resistía a caer en ese mundo agitado de escribir y promocionarse al mismo tiempo seguí intentándolo de la forma tradicional. En este intento descubrí lo que todos saben. Las editoriales grandes solo publican a gente con un público ya creado y las pequeñas editoriales (por muy clásicas que se nombren) se limitan a imprimir tu libro y cruzar los dedos para que alguien lo compre.
De este modo, si la opción real que le queda a un escritor novel es la que ofrecen las editoriales pequeñas, pues mejor lo publico por mi cuenta. De seguro que yo podré darle mejor promoción que ellos y de paso recibo regalías más acordes y justas por mi trabajo.
¡Y voilá! ¡Aquí estoy!
El tema de la calidad de lo que lanzo al mercado lo solventé de la mejor forma que el bolsillo me los permitió. Después de que el libro pasara por mano de lectores y editores, entregué la maquetación y la imagen de portada a otros profesionales. Esta experiencia, por cierto, me trajo muy buenas ideas que aplicaré en el próximo libro que autopublique. Se trata de un proyecto del cual les hablaré en otra ocasión.
Por su parte, en la promoción estoy todavía en la fase de puesta en práctica de todo el contenido teórico que estudié y aprendiendo con el día a día. Sobre esta experiencia solo podré abundarles dentro de un año.
A solo un mes de lanzado mi libro Kalé y el mundo del tinajón puedo decirles que me siento satisfecho, aunque inconforme. No puedo negar que publicar con una gran editorial es y seguirá siendo un objetivo para mí, pero la autopublicación ha llegado para quedarse.
Andrey Viarens