Saber, sentir, creer: diálogo entre dos hombres

Mientras esperaba el ómnibus en la parada alguien pasó repartiendo folletos de divulgación religiosa. Esto dio pie al siguiente diálogo entre dos jóvenes.

C: ¿Crees en Dios?

T: ¿Cuál dios?

C: Dios, así, con mayúscula.

T: Todos los que he oído mentar se escriben con mayúscula.

C: Chico, Dios, el Único, el Todopoderoso, el Creador, el que ordenó a Pedro fundar la Iglesia Católica Apostólica y Románica.

T: Bueno, Alá significa “Dios” y también se escribe con mayúscula; también Thor, Zeus, y otros tantos.

C: Pero esos son falsos. Solo este, el mío, es verdadero. ¿Crees en Él?

T: ¿Qué te hace crees que es “el verdadero”, “el único”?

C: Así lo dice la Santa Biblia.

T: También el Corán y otras “santas escrituras” dicen lo mismo.

C: ¿Adónde quieres llegar con eso? ¡Ah! Ya sé, tú no crees en Dios…ni en nada.

T: ¡Oye! Eso lo dijiste tú, no yo.

C: ¿Entonces?

T: Tengo mi propia forma de creer.

C: ¿Tu propia religión? Eso es falso, es imposible. ¿A qué iglesia podría pertenecer?

T: La iglesia es otra cosa. Para creer no necesito un libro mágico u hombres que intermedien. Yo creo porque siento, pero en definitiva no sé lo que es y tampoco sé si lo pueda llegar a saber.

C: Para creer hay que saber. Muchos ateos se burlan de nosotros porque cuando nos preguntan “¿Dónde está Dios?” (dicen no verlo en ningún sitio) nosotros respondemos que Él está en todo porque es el Creador. Así lo dice la tradición, así está en la Biblia. ¡Y sobran los testimonios de su intervención directa en los asuntos humanos! En tiempos de Abraham y Moisés Él mismo guio al pueblo hebreo a la Tierra Prometida. Miles de ángeles han puesto su mano sobre nuestros destinos por orden Suya.

T: ¿Es suficiente para ti ese conjunto de historias y hechos supuestamente verdaderos para creer en tu dios? ¿Qué hay de ti, de tu alma, de tus sentimientos? ¿Alguna vez lo has sentido dentro de ti?

C ¡Claro que sí! Siempre pienso en ÉL. Asisto a la iglesia. Me reúno con mis hermanos para intercambiar lo que aprendemos de Sus enseñanzas. Rezo cada noche las oraciones benditas y sigo con rigor los rituales que desde niño me han enseñado.

T: Cuando piensas en él, ¿qué sientes? Yo no hablo del resultado de la influencia y educación que desde pequeño recibiste. Yo hablo de lo que por tu propia cuenta encontraste.

C: Yo sé que es una enorme fuerza que nos cuida y protege, que nos aconseja seguir las prédicas de su hijo Jesús para no caer en manos del Diablo y perecer en la eternidad del Infierno. Él es toda bondad.

T: Ya veo. Bueno, ¿y si haces algo mal, pero el resto lo haces bien?

C: Basta con pedir perdón. Él siempre comprende y perdona.

T: ¿Cómo sabes que algo está acorde con lo que tu dios quiere?

C: Todo está en las Escrituras.

T: ¿Todo?

C: Y lo que no sepamos basta con preguntárselo a los padres de la Iglesia, ellos nos enseñan y educan en cómo llegar hasta Él.

T: ¿No puedes comunicarte directamente con tu dios?

C: ¡Claro que sí!

T: ¿Y no ha ocurrido que, fruto de esa comunicación directa hayas encontrado una divergencia con las interpretaciones de los padres de la iglesia?

C: Por supuesto, no todos tenemos por qué entender a Dios del mismo modo, pero la absoluta verdad está en las Santas Escrituras. En cambio, tú, ¿cómo puedes corregir tus propios errores? ¿Cómo sabes que tu interpretación de ese dios exclusivo tuyo no es errónea?

T: Un primer lugar, no es un “dios” en el sentido que tú u otra religión lo entiende. Yo simplemente siento que ÉL está ahí, me lo dice cada latido de mi corazón. No sé si sea un señor con barba escondido entre las nubes del cielo o un ente transparente que lo inunda todo. Yo simplemente siento que es mi Padre y el de todo este mundo. En cuanto a eso que denominas “error”, para mí no existe; por ello creo que no puede haber distinción entre un dios bueno en el cielo y otro malo en el inframundo. Esa fuerza que nos dio vida es Única. Y no existe un bien o un mal para ÉL; todo lo que existe es lo que ES. Somos los hombres quienes hemos creado todos los calificativos a medida que apuntalamos nuestros sistemas y comunidades morales. Para nosotros sí hay cosas buenas y malas (y otras tantas), pero eso es solo apariencia. Extrapolarlo a ÉL no tiene sentido. Por eso no necesito de una iglesia; la tuya solo representa una comunidad moral. Hasta hace poco tildaban de pecado al divorcio, ahora es algo “normal”. ¿Qué tiene que ver eso con tu dios? Y ese es solo un ejemplo ligero, pero hay un millón más de prejuicios que todavía siguen vigentes, y solo por el hecho de aparecer en un libro que relata costumbres de pueblos que vivieron hace miles de años. Tu biblia no es un libro de tu dios, es solo una crónica(s) de cómo sintieron al Padre del que te hablo un conjunto de pueblos a lo largo de la historia (y de solo un pequeño fragmento de nuestra historia).

C: ¿Y por qué es tan respetado y venerado por millones de personas en todo el mundo?

T: Por el mismo motivo que lo es el Corán, el Torah y otros tanto: porque fue escogido por las élites gobernantes para legitimar su poder ante las masas que gobernaban. Estoy seguro que si el Imperio Romano no lo hubiera asimilado como religión oficial, hoy el cristianismo solo sería un culto más.

C: Creo que no es suficiente eso que dices sobre sentir. Ni siquiera es un concepto concreto. Todos podemos entenderlo y ponerlo en práctica de un modo diferente. Es muy ambiguo.

T: ¿Y eso es malo? ¿Por qué encasillarlo en un libro o en un templo? Todos nacemos de ÉL, pero todos lo sentimos de un modo particular. Por eso debemos sostener un diálogo íntimo y personal. Yo nunca me atrevería a decir en voz alta lo que le digo a ÉL. Es más, ni siquiera sé si es posible. A veces son solo imágenes, temblores, lágrimas o sonrisas.

C: Pero aun así debes reconocer que los hombres somos seres sociales y que no podemos descuidar las ideas que tenemos que desarrollar (y hasta sentir) en común.

T: Es cierto. Y es ahí donde surge nuestro sistema, nuestras leyes de conductas y de aceptación de conductas. Y de ahí brotan las instituciones que las norman, coercen y castigan. Pero no podemos olvidar que es nuestro sistema, el desarrollado por y para los humanos, ÉL poco tiene que ver en esto. La vida es un regalo Suyo, pero para que la vivamos nosotros, y no ÉL en nuestro lugar. Ello no supone crear una institución (a imagen y semejanza de estas) para entablar relaciones con ÉL. Aunque no podemos negar que son justamente estas relaciones entre semejantes una fuente de materia prima para comprender Su mundo, Su esencia y Nuestra existencia.

C: ¿Y cómo sabes que esa vida es un regalo? ¡Ah! ya, déjame ver: lo sientes. ¿Y qué hay de las responsabilidades, de los sacrificios? ¿No le debes nada? ¿Ni siquiera una muestra de agradecimiento por “su regalo”?

T: Descubrir cuáles son los sacrificios, las responsabilidades, etc, forma parte de nuestra vida, y el simple hecho de intentarlo le devolverá la Luz que utilizó para crearnos. Ante la comunidad, ante mis semejantes asumo los sacrificios y responsabilidades que esta otorga, pero ello no quiere decir que sean los Suyos. A veces pueden entrar, incluso, en completa discordancia.

C: ¿Y eso no te preocupa, que tu pueblo se aleje de ÉL?

T: Sí, naturalmente, pero ningún humano tiene el poder de arrastrar a su pueblo y llevarlo hasta ÉL por sus propios caprichos. Todo fluye con un determinado tiempo y con el esfuerzo mancomunado de todos.

C: ¡Eso es una contradicción tuya! Entonces tendrías que admitir la existencia de una institución (la iglesia, por ejemplo) que los ayude en esa unión para llegar hasta ÉL.

T: En teoría suena muy bonito, pero los análisis normativos no sirven de nada en este caso. Ahí lo que vale es aquello que la historia ha demostrado y demuestra, o sea, lo que es: las iglesias solo han servido para alejar a los hombres de “su dios”. A penas surgen encierran las formas de comunicación con ÉL en ritos absurdos y enajenantes, se crea una burocracia esclavizadora que, con tal de mantenerse en el poder que se les ha otorgado, hacen sentir culpables a sus feligreses, inventan anti-dioses, acumulan riquezas y viven a expensa de las mentiras, violando en muchos casos hasta los propios principios que dicen defender. Toda una hipocresía y doble moral que asesina a los más puros sentimientos que un hombre puede portar para sentirse en armonía con ÉL.

C: ¡Cuida tu lengua! Hay muchas iglesias y hombres de fe que trabajan allí y que han salvado a muchas almas con su labor.

T: Lo sé y vivo orgulloso de esa gente, pero son solo excepciones; muestras pujantes de que tales religiones han fallado en sus propósitos. ¡Cuántas sectas “heréticas” no han abandonado (incluso recurriendo a la violencia) a estas iglesias en protesta por haber olvidado los fines con que se fundaron!

C: Pero eso se puede solucionar con reformas o …

T: … O con Contrarreformas… Sí, sí, todo lo que tú digas. Mira, cuando una semilla no nace es porque no sirve. Sembremos otra. Pero una que nos libere, una que no impida verdaderamente que lleguemos a ÉL.

C: Entonces, si fuera por ti, abolirías hoy mismo todas las religiones y cerrarías todas las iglesias.

T: ¡NO! Eso sería estúpido. Eso sería olvidarse de toda la historia de la humanidad. Tal liberación debe construirse poco a poco. Si la Humanidad se ha valido de estas instituciones es porque a ÉL no se llega de repente. Las religiones, mitos, leyendas, templos, santuarios, han sido pasos lógicos en nuestro andar hacia ÉL. Destruir todo eso en un día nos dejaría desamparados y desprovistos de fuerzas para continuar. Repetiríamos los mismos errores. Se trata de despertar e ir construyendo desde ahora los sentimientos libres de prejuicios que nos pongan en contacto directo con ÉL y nos conduzca a una verdadera liberación.

C: ¿Te convertirás en un profeta? ¿Recorrerás el mundo anunciando tu verdad?

T: No soy un profeta ni porto una verdad. Soy un hombre cualquiera como el resto de mis hermanos. Sin dudas gritaré al mundo mis ideas, pero siempre las acompañaré de la incertidumbre y la duda que le son inherentes. No soy un elegido. Soy uno más.

C: Morirás sin ver ese mundo que deseas.

T: ¿Qué cosa es morir?

C: Dejar este mundo y llegar al Suyo.

T: ¿Y qué sería la muerte si solo existe un mismo mundo y ÉL lo abarca en su plenitud?

C: ¿Entonces no tiene sentido hablar de muerte?

T: No, solo tiene sentido narrar nuestras aventuras en ÉL y nuestro acercamiento a Su comprensión.

Andrey VR

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