Dentro de una semana sería el viaje a Marte. En su casa todo era silencio y Alex se conformó con una taza de café. Quiso ver la televisión, pero allí solo hablaban de eso. Entonces recordó que no estaba listo y tuvo miedo de ser descubierto.
Siete días después pasó con éxito todos los controles, pero él sabía lo bien que trabajaban en su organismo aquellas píldoras de color verde. Ya no había marcha atrás y la escotilla de la nave la acababan de cerrar a su espalda.
El viaje resultó más rápido de lo que había pensado y no tuvo ninguno de los efectos secundarios que le había advertido sobre las pastillas. Ahora estaba solo y ya se había tomado la última. Sin embargo, el capitán ya anunciaba que la nave aterrizaría en medio minuto.
Desde su nueva habitación el paisaje era increíble; no tanto así el panorama de caos que estaba a punto de destruir la estación marciana con todos sus colonos. Quiso tomar una taza de café, pero solo encontró un inútil frasco de pastillas ya vacío.
Andrey Viarens
