El narrador de cuentos / relato filosófico

Había una vez un hombre al que le gustaba mucho decir “había una vez”. Cierto es que se le daba bien narrar historia y cuentos para niños y adultos, pero lo más interesante era su propio había una vez “yo”.

Nuestro héroe se percató de su propia historia hace muy poco. Realmente la había estado contando por siempre, pero solo la sintió viva el día en que supo que ella se lo había llevado todo, dejándolo al desnudo.

Ese día pensó que había muerto, que estaba ya tan vacío que su verdadero Yo se había fragmentado en mil versiones de sí mismo, esparcidas ahora en las mentes de mil oyentes y en las hojas amarillentas donde solía escribirlas.

Este pensamiento le llegó de forma dolorosa, aunque se entusiasmó con la idea de que pudiera llegar a ser placentero: tal vez, después de todo lo habría logrado, el poder de su palabra le había dado la inmortalidad, la trascendencia.

Claro, pronto supo que no era tan sencillo, pero descubrir ahora sus nuevos problemas tardaría un buen tiempo, por lo que se dedicó a hacer lo que mejor sabía: volver a contar su historia, solo que esta vez lo haría para sí mismo.

Recapituló una vez más cada fragmento y conflicto de su vida. Todo le pareció falso y absurdo. ¿Cómo es posible?, se indignó. Había sufrido y vivido tanto que no creía que el simple hecho de relatarlo lo hiciera insignificante.

Tuvo miedo, por primera vez, de la palabra. Y a su mente, a modo de sarcasmo, le vino la idea de todos esos magos de los cuentos de hadas que hacen grandes cosas solo con pronunciar determinadas palabras en el modo adecuado.

Sin embargo, él no se sentía poderoso, todo lo contrario. La debilidad y el vacío eran el resultado de sus palabras. De todas formas, lo volvió a intentar.

Esta vez supo que con cada repetición del mismo relato la palabra se despojaba de la emoción y se convertía en piedra, de esa que se utiliza simplemente para levantar el castillo. Al contar su historia muchas veces lloraba, pero lo hacía el narrador y no el protagonista que había vivido los hechos. ¿Acaso sería posible que el mismo protagonista relatara su historia? ¿Sería posible que lo hiciera sin convertirse en narrador? Él supo que de no cumplirse esto la palabra narrada cobraría vida y terminaría por alejarse del narrador y del protagonista, llevándose consigo buena parte de ellos.

Nuestro narrador comparó esto con los cuentos de hadas que solía contar a los niños. Se percató de que contarlos no tenía nada que ver con contarse a sí mismo y que la palabra no podría vivir y ser autónoma. Se trataba de un palabra-piedra que cada quien podía usar y decir a su antojo, podría ser dicha, pero seguiría siendo piedra. La suya no, era tal vez palabra-alma y propiedad era la de ser palabra viva.

Todo esto le hizo pensar en la vida de hombre y la vida de palabra. Como hombre sabía su sentencia, la muerte y su trascendencia se lo recordaban. Su vida como palabra se le presentaba ahora como una agónica esperanza.

Pensó por un instante que tal vez el peligro en todo ello había estado en contarse tantas veces a otros. ¿Qué habría sucedido de no haberlo hecho? Quiso comenzar a contárselo, pero se abstuvo, por precaución, de ello.

El hecho es que se había contado muchas veces y que eso lo hacía sentir débil y desprotegido, pero que al mismo tiempo esa podría ser la garantía de la inmortalidad… ¿suya o la de su palabra? De momento todo indicaba que solo le daba vida a su palabra y le regalaba luego la inmortalidad. Él, en tanto tal, seguía siendo intrascendente. Tampoco tuvo el valor de decirse que él era su palabra.

Sintió por un momento que todo este cuento era el dilema de la historia de la humanidad. Tantos miles de años atormentándonos con nuestra existencia y su sentido y al final todo se trata de la historia de la palabra. ¿Acaso nuestra historia es su sierva y esclava?

El narrador de cuentos terminó de contarse a sí mismo y llegó al punto de este mismo relato. Se sintió igual de débil, pero ahora había encontrado una historia nueva. Ahora podría comenzar a vivir de nuevo.

Andrey Viarens

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